Desde hace un tiempo tengo la sensación de que hay en marcha una campaña subliminar para vendernos que la enseñanza privada mola más y es "más mejor" en el medio de comunicación de masas por excelencia, la televisión. Ya se sabe que para controlar al ciudadano y hacerlo pensar lo que más conviene, nada mejor que la caja tonta.
Todo esto viene a raíz del anuncio de Kinder Sorpresa que vi el otro día. En él, una abnegada maestra de primaria le preguntaba a sus pupilos cuáles eran las excelencias del huevecito bañado en chocolate con sorpresa dentro. Los niños levantan la mano y contestan diligentemente como si les preguntaran el nombre de los personajes de Pokémon o la alineación del Barça (si pongo otro ejemplo, no va a quedar creíble). Cuando uno se da cuenta descubre que todos llevan su correspondiente uniforme.
Ya sabemos que una golondrina no hace verano, claro, pero no es la única: ¿Qué pasa por ejemplo con "Física o Química"? Esta serie, a la que le dieron hace unos días un premio Ondas, tiene lugar en un instituto donde el director contrata a los profesores según su currículo. Todos los alumnos y los miembros del claustro son guapos, atractivos y dinámicos. Eso sí, con esas condiciones de selección de profesores, este instituto superguay debe ser privado o, como poco, concertado, fijo.
Se pueden dar más ejemplos si se quiere: "El Internado" transcurre en un centro privado de caché; en la serie "La Lola" el personaje de Sergio mandaba a su hija a otro colegio privado de pago; y, aunque quede algo lejana en el tiempo (para bien de la salud mental del espectador medio), también se podía ver lo mismo en "Ana y los Siete". Si nos damos cuenta, tres de las series que he mencionado son de Antena 3, cuya tendencia hacia la derecha no es un secreto, pero si miráramos todos los canales nos encontraríamos más casos así (incluida Canal Sur, en manos de un gobierno supuestamente de izquierdas).
Todos sabemos que la enseñanza pública está fatal, es cierto, y los motivos son muchos y variados: Desde la falta de inversión pública hasta el desinterés de los padres por lo que hacen sus hijos en la escuela. Lo malo es cuando se quiere desprestigiar aún más, y de forma interesada, para vendernos a continuación otro modelo de enseñanza basado en el pago a tocateja y, por tanto, reservado únicamente a unos pocos, valiéndose para ello de una herramienta de propaganda tan efectiva como la televisión.
Claro que todo esto puede ser pura teoría conspiratoria. O no. Juzguen ustedes mismos.
